CON SINDEL

 

CONTANDO LAS SEMANAS 2022 - SEMANA 13…

 

CORAZA

Soy Eduardo y este es un capítulo de mi vida...

Mi pensamiento se remontó institivamente a mi pasado; a lo más querido, a mi familia. Las adversidades que habíamos soportado forjaron mi verdadero carácter y me dieron las fuerzas necesarias.

Mi abuela paterna se había casado muy jovencita y se marchó a México, allí estuvieron un corto tiempo para después ir a EE.UU, como mujer de un obrero de los ferrocarriles. Vivieron en varias poblaciones. Mis padres habían tenido que abandonar la escuela demasiado pronto para ganarse la vida. De ellos aprendí la utilidad de la entereza, la obstinación y la constancia, cualidades que me ayudaron muchísimo en la vida. Todavía más importante fue que aprendí el valor del amor puro, incondicional, entre los padres e hijos, lo que me protegería para siempre, como una coraza.

¿Cómo expresar todo eso? ¿Cómo describir a esos seres el inapreciable tesoro que me habían dado a manos llenas desde niño?

El país tenía una grave crisis económica y los pobres eran los que lo pasaban realmente mal. Yo tenía unos ocho años de edad. Mi abuela me llevó aparte y me recordó que era el cumpleaños de mi madre, muy tempranito y en voz baja. Los ojos se me iluminaron. Quería tener un detallito con ella. No podía comprarle algo valioso, no tenía dinero, pero alguna cosita sí. Sólo había una manera: recogería las botellas de vidrio vacias y cobraría el rembolso en la tienda. Fui cargando en mi bici muchas veces y las dejaba en la tienda.  El total me alcanzaba para una tarjeta y una barrita de chocolate, suficiente. Lo guardé en los bolsillos y fuí a casa corriendo, se hacía tarde.

Ví a mamá, adiviné que estaba preocupada.

-¿Dónde has estado? Te he buscado. 

Me asusté y cuando íbamos a entrar cogidos de la mano, comencé a llorar.

-¿Dónde estabas? -me gritó.

Entre sollozos logré explicarle lo que hice. Metí la mano en los bolsillos y le dí la tarjeta, aún sin dedicatoria, mis dedos sucios mancharon el lugar de firmar. Luego le dí la barrita de chocolate- También te compré esto-.

Su enfado se esfumó como por encanto. Me tomó en sus brazos mientras me estrechaba con fuerza...

Los vecinos vinieron a felicitarla y ella orgullosa mostraba el detalle que tuve con ella. Desde entonces supe  que muchos de nosotros-los afortunados-poseíamos el mismo tesoro secreto de una familia amorosa; la misma coraza, encerrada en el almacén de los recuerdos de la infancia. Sin tener dinero éramos inmensamente ricos. Y eso nos ayudaría a soportar la guerra que vino después y duró mucho...

La mejor coraza en la vida es  el amor y la esperanza, refugio seguro y cálido, fuí y soy testigo...

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