La carta de amor de Almudena Grandes a Cádiz: "Hoy no te lleves boquerones, chocho"
Recuperamos el texto con el que la escritora madrileña, que murió este sábado, agradeció el reconocimiento que le entregó la Junta de Andalucía en 2014 en Cádiz
En febrero de 2014, la Junta entregaba en Cádiz, en la Casa de las Artes, sus tradicionales galardones por el Día de Andalucía. Unos reconocimientos que en aquella edición premiaban, entre otros, el compromiso de Almudena Grandes, fallecida este sábado a los 61 años de edad, con nuestra tierra.
Momentos antes del comienzo del acto, la escritora madrileña atendía a los medios de comunicación para mostrar su alegría por la distinción ya que, como dijo, "mi relación con Cádiz es una relación muy sentimental, tanto que creo que Cádiz me quiere más a mí que yo a ella", además de reconocer que lo que le hacía escribir sobre Cádiz "es la fascinación que me inspira esta tierra".
'Hoy no te lleves boquerones, chocho'
"¿Cómo podría explicar en pocas palabras lo que me ha dado Cádiz? La luz de todos los veranos, una experiencia propia y distinta del paso del tiempo, un ingrediente fundamental en mi concepto de la felicidad, una puerta abierta hacia un estado de gracia, una finura, una genialidad, una suma de virtudes vitales de placeres estéticos que no me corresponderían por nacimiento y que, sin embargo, me pertenecen desde que Cádiz me acogió desde que empezó a mimarme, a quererme tanto o más de lo que la quiero yo.
Una niña sin pueblo que llevarse a la boca, madrileña, hija y nieta de madrileños, no podría haber aspirado a un regalo así, porque el mérito no es mío. Existen muchas bahías en el mundo, muchas maneras de mirar al mar, muchos lugares de los que enamorarse, muchos refugios en los que guarecerse del ruido y del frío de los inviernos. Pero en todos me había sentido turista, ajena, extranjera hasta que llegue aquí.
Ni siquiera sé muy bien como pasó, pero el mérito es del viento. El Levante y el Poniente me llevaron de la mano, me dejaron comprenderlo, descifrar su naturaleza y esos antiguos e implacables, capaces de imponer su voluntad a los deseos y necesidades humanas. Un día empecé a sentirlos, aprendí después a presentirlos, y, por fin, una mañana en la cooperativa de pescadores del mar de Rota, que es mi pueblo, pedí un kilo de boquerones y la dependienta me miró, hizo una mueca y me dijo: "Hoy no te lleves boquerones, chocho". Desde aquel momento, sin dejar de ser yo, soy otra. Sin dejar de ser de Madrid, soy roteña. Sin renunciar a nada, poseo el doble de lo que tenía antes.
Yo no merezco ningún premio porque fueron los vientos y los atardeceres de Punta Candor, aquella dependienta de la cooperativa y tanta manzanilla y tantas risas y noches memorables y tantos amigos quienes han hecho por mí, de mí, mucho más de lo que yo podré hacer nunca por Cádiz.
Pero aunque no lo merezca, lo agradezco de corazón. Porque mi corazón ya es de esta tierra, que no es una tierra cualquiera.
En actos como este, quienes toman la palabra suelen elogiar los méritos del lugar donde se encuentran, hasta convertir cualquiera apreciación, por justa que sea, en un piropo estereotipado. Eso es verdad, pero hoy, aquí, ¿qué estereotipo verbal puede llegar a caber en la cuna de palabras tan estrictamente maravillosas como bastinazo, casapuerta, jartible, alcauciles o, mi favorita, fueraparte? En ningún otro lugar del planeta de habla castellana, la cultura popular es tan elegante ni la elegancia más exquisita está tan arraigada a la cultura popular como entre los gaditanos. Sólo por eso, tener la oportunidad de dirigirme a ustedes en esta ocasión me parece ya un premio en sí mismo, aunque al tomar la palabra en representación de tantos gaditanos distinguidos supone al mismo tiempo una osadía.
En este momento, más que nunca, me gustaría ser mi amigo Eduardo Mendicutti, el creador del lenguaje más audaz, más apabullante y estrepitoso y admirable de la literatura española contemporánea. O encarnarme en mi amigo Felipe Benítez Reyes, fino como un cuchillo, agudo como un relámpago, dueño de un estilo incomprable. Profundo, liviano, crujiente a la vez y elegante como nadie dentro y fuera de la página. Ellos, escritores gaditanos, tan queridos como admirables, han sido también para mí un Poniente y un Levante, capaces de anclarme a estas orillas. En ellos aprendí que Cádiz es, sobre todo, talento. Talento para vivir y talento para crear. No lo he olvidado nunca y menos este año en el que se cumplen 25 años de mis comienzos.
En el día de hoy, el talento gaditano me rodea. Talentos artísticos como el de Oliva Acosta, con quien comparto muchas emociones, y el de Julián Villagrán, al que recuerdo que conocí en Siete Vírgenes, por lo menos que yo sea consciente, y del que me acabo de enterar que nació en Trebujena, pero es que yo recibí el racimo de oro hace algunos años y he dado muchos paseos en el barco de la tonta, así que Trebujena también lo tengo muy cerca de mí.
Talentos deportivos también como el de Belén López, cuyas fotos he visto muchas veces en escaparates de tiendas y bares de Rota, como muestra del apoyo incondicional y del orgullo que inspira entre sus vecinos. Junto con ellos me acompañan hoy los representantes de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía en Cádiz, cuyo trabajo a favor de los derechos de los inmigrantes resulta fundamental para mantener en pie la decencia de todos los españoles en esta época cruel, injusta y oscura. La Azucarera de Jerez y la Asociación de Defensa Sanitaria Ganadera del Campo de Gibraltar han sido distinguidas por su contribución al desarrollo económico sostenible en tiempos tan difíciles como los vientos gaditanos. Después de todo lo que he contado, no creo que haga falta decir lo feliz que me hace compartir esta distinción con la Sociedad Gaditana de Historia Natural y con la Biblioteca de la Universidad de Cádiz. En nombre de todos ellos y en mi nombre: muchas gracias.
Rota homenajea en 2014 a Almudena Grandes y su marido, Luis García Montero, poeta.
¡GRACIAS, ALMUDENA!
Q.E.P.D.